Raúl Rivero, El Mundo, 17 de junio de 2007.
El ex canciller cubano Roberto Robaina es ahora un artista que pinta
muchachas desnudas, tersas y sensuales; altos gallos de lidia con sus
espuelas de carey; caballos al galope en las llanuras, entre palmas
reales y misteriosas figuras del reino negro de Oloffi y Babalú Ayé.
Con esa mercancía se ha presentado en España y, por estos días, trata de
entrar en el mercado de Miami.
Una investigación del periodista Wilfredo Cancio revela que, hasta el
momento, cuatro personas residentes en los condados Miami Dade y Broward
han comprado cuadros del artista que se dio a conocer en su país a
principios de los 90 como Primer Secretario de la Unión de Jóvenes
Comunistas.
Robaina pasó luego por designación digital a la cancillería. Salió como
bola por tronera de la jerarquía criolla en 1999, bajo sospecha de
deslealtades políticas y gestiones financieras turbias, después de seis
años de estrellato.
Las galerías de prestigio en Miami han rechazado promover la obra del
nuevo pintor criollo. Roberto Ramos, director de la Cuban Masters
Collection (CMC), dijo a la prensa que Robaina no le parece un pintor
válido ni siente ningún interés por lo que pinta.
Algunos óleos del pintor comenzaron a deslizarse en silencio en el sur
de la Florida hacia el verano de 2004. Iban disimulados en las valijas
de algunos guajiros [paletos] léperos que viven en México o Santo
Domingo y se dedican al tráfico del arte de la isla.
Robaina pasó los primeros tiempos de su destitución en el llamado Plan
Pijama y luego le dieron empleo en la empresa del Metro de La Habana.
Una ciudad que no tiene metro. Por esas fechas descubrió su verdadera
vocación y se lanzó al camino. Ya no podrá soñar con convertirse en el
sucesor de Fidel Castro como se afirmaba en muchos sitios en su tiempo
de gloria. Esperemos que tampoco aspire a destronar a Wifredo Lam.
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