Sunday, June 10, 2007

La fidelidad de la OEA a sí misma

Publicado el domingo 10 de junio del 2007

La fidelidad de la OEA a sí misma
ALEJANDRO GOMEZ

Desde su nacimiento, en la Organización de Estados Americanos ocuparon
su asiento representantes de demócratas químicamente puros como
Trujillo, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Stroessner y variopintos
dictadores argentinos y brasileños.

Todos ellos y algunos otros demócratas formales se escandalizaron por
las tropelías de Fidel Castro y los suyos y expulsaron a Cuba de la OEA
en la asamblea realizada en Punta del Este en 1961.

Con el tiempo se fueron integrando otros defensores de nuestro modo de
vida occidental y cristiano más asesinos y crueles que los de los años
60 y 70. Augusto Pinochet, Videla, los mariscales brasileños, los
generales uruguayos y bolivianos asesinaron a miles de personas,
cerraron periódicos, enviaron a millones de personas al exilio y la
única condena venía de la capital del maléfico imperio.

Desde Washington, Jimmy Carter se desvelaba por los derechos humanos y
su enviada Patricia Derian era una pesadilla para los asesinos y sus
mentores. Los paladines de la democracia y los derechos humanos, la
entonces Unión Soviética y Cuba, vetaban sistemáticamente las
iniciativas de Estados Unidos para condenar las violaciones a los
derechos humanos en Argentina.

Con la democratización del continente, la OEA se llenó de demócratas que
hacían encendidos discursos por la libertad y los derechos humanos. Pero
tuvo que ser Alfonsín el que juzgara a las juntas militares de Argentina
y el juez español Baltasar Garzón quien pusiera a Pinochet en el lugar
donde debió estar siempre: la cárcel, aunque fuese domiciliaria.

La democracia se consolidó y la OEA pareció ser un lugar plácido donde
discutir cuestiones abstractas y sin aplicación. Hasta se dio el lujo de
redactar una carta donde se fijaron las condiciones para permanecer en
la institución: democracia y libertad de prensa entre otras.

Pero nada es perfecto y la felicidad suele ser efímera. Apareció el
teniente coronel bolivariano y primer socialista del siglo XXI, revolvió
las cartas y viró la mesa de juego. Su última ocurrencia, que es lo que
tiene en lugar de ideas, fue el cierre de Radio Caracas Televisión, con
lo que consiguió llenar la calle de jóvenes estudiantes que reclaman ver
y oír lo que ellos quieren y no lo que gobierno les impone. Y perdió
buena parte del apoyo de sus seguidores más pobres.

Los malvados representantes de Washington, cuándo no, presentaron un
reclamo por este caso en la OEA. Y, cuándo no, los representantes allí
sentados miraron hacia otro lado. La mayoría escurrió el bulto, diciendo
que era un asunto interno de Venezuela.

De la misma forma que algunos medios venezolanos, los gobiernos de la
OEA entre la ética y sus intereses no dudaron un segundo en escoger
estos últimos. Tienen que pagar un alto costo político por oponerse a la
retórica antiestadounidense de Chávez y los suyos. Y mucho más alto por
votar a favor de una moción de Washington. Como en el pasado abandonaban
a su suerte a exiliados, desaparecidos y presos, en este presente han
dejado a los venezolanos librados a su suerte. El espectáculo de Panamá
los ha humillado. Han permitido el cierre arbitrario de un medio de
comunicación, han permitido que se califique de ''loros del imperio'' a
los senadores brasileños, de ''pendejos'' a quienes hablaron a favor de
Radio Caracas y de ''golpistas'' a los estudiantes que defienden sus
derechos.

Siempre fieles a sí mismos, sólo les falta que empiecen a escribir
organización de estados americanos así, con minúsculas.

agomez@elnuevoherald.com

http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/51322.html

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