Tuesday, June 05, 2007

La dieta de Anita

Publicado el lunes 04 de junio del 2007

La dieta de Anita
ALEJANDRO ARMENGOL

No sé si la periodista Anita Snow aspira a convertirse en la Paris
Hilton de los corresponsales extranjeros en Cuba, pero su idea de
alimentarse durante un mes con artículos racionados, y lo que puede
comprar un cubano promedio en los agromercados, tiene más posibilidades
de éxito mediático que de brindar información nueva sobre la realidad de
la isla.

Snow, que lleva ocho años como jefa de la oficina de prensa en La Habana
de la Associated Press, piensa alimentarse durante un mes con la libreta
de abastecimiento y otros alimentos que los cubanos con un sueldo
promedio pueden adquirir con pesos cubanos en los agromercados.

Durante ese mes promete llevar la cuenta de lo que gaste y colocar los
resultados en un blog de la AP.

''Como la comida es tan fundamental en la vida y la cultura, yo no podré
apreciar por completo la experiencia cubana hasta que no coma como ellos
lo hacen'', afirma Snow.

El artículo en que la corresponsal anuncia su intención es una muestra
no sólo de las dificultades que confrontan los cubanos, sino de lo
enrevesado de un sistema que década tras década se ha hecho cada vez más
obsoleto --si esto es posible-- sin variar sustancialmente: un milagro
de inacción con parches agregados ocasionalmente para lograr que
sobreviva. Cuidando mucho no hacer nada ilegal para el sistema cubano,
Snow se lanza por el camino de las sustituciones --en vez de papas,
boniatos-- característico de cualquier economía familiar de la pobreza.

La idea de que para conocer mejor la experiencia de cualquier pueblo es
necesario compartir sus recursos y estilo de vida es propia de la
antropología cultural surgida a finales del siglo XIX y de gran
popularidad sobre el XX, y hay mucho de mezcla de conocimiento
positivista con actitud misionera. Pero por principio este enfoque
requiere una aproximación holística al problema: ninguna parte, ni
siquiera la suma de todas ellas, permite conocer a la totalidad. Para
vivir como ''un cubano'' hay que renunciar a cualquier derecho o deber
ajeno a la isla. Sólo quienes deciden repatriarse, al comienzo de la
revolución, conocen esa experiencia, y en la mayoría de los casos se
arrepienten de ella.

Por supuesto que la periodista norteamericana no pretende ni ha
declarado intenciones de ir tan lejos. Su mes de sumersión en la libreta
de abastecimientos cubana es un proyecto de conocimiento limitado y no
un afán totalizador. Aunque su mismo enunciado no lo libra de un
reproche esperado --compartir los productos de la libreta es sólo una
muestra de la realidad cubana-- y tampoco de los llamados a una
experiencia más completa: moverse sólo en ''camellos'' o en bicicleta,
bañarse con un cubo de agua, vivir en un edificio o una casa
deteriorada, limitarse a la programación de los canales de televisión
oficiales y otras experiencias similares por las que atraviesan o han
atravesado los ciudadanos de la isla.

Todos estos reproches --justos en su mayoría-- no se libran, como
tampoco esta columna, de formar parte de una respuesta esperada. Lo que
es más, el proyecto de la periodista puede interpretarse también como
una réplica a la exigencia de conocer en carne propia la realidad de la
isla antes de hablar sobre ella. Sin embargo, y tal como aparece
formulado en el cable de AP, el experimento de una corresponsal
extranjera viviendo un mes con la libreta en Cuba atrae tanto por ''lo
exótico'' como provoca el rechazo por lo frívolo. Desde el punto de
vista puramente periodístico, rebaja la experiencia del reportero a un
reality show.

El problema con la experiencia que se propone realizar Snow es que no se
salva de ser una simple imitación de la realidad cubana. Ni es necesario
para un periodista o cualquier otro extranjero compartir la comida de
los cubanos para entender sus problemas, como tampoco se requiere que
los médicos padezcan las enfermedades que curan ni que los historiadores
fueran soldados en las batallas que explican, ni esta experiencia en
particular va más allá --en el mejor de los casos-- de una práctica
piadosa que se aprovecha de las circunstancias para llamar la atención.

Quizá por toda la publicidad que implica, el proyecto no se salva de la
ligereza. Pese a que la periodista declara que ha desarrollado grandes
amistades en la isla y un profundo respeto por el pueblo cubano, hay un
elemento impúdico también en la siguiente declaración de Snow: ''Espero
desarrollar hábitos de alimentación saludables a partir de la necesidad:
reducir la cantidad de carne de res y de productos derivados de la
leche, llevar a cabo una planificación de las comidas y comprar verduras
en los agromercados'', escribe.

''Pero al llegar el primero de julio, también estaré lista para comerme
un bisté grande y jugoso'', añade.

El afán por compartir la realidad de la isla con una perpectiva
extranjera, que desde el inicio se convierte en un plan imposible de
alcanzar, tiene también una limitación moral: el problema es que ''la
experiencia cubana'' va mucho más allá de una dieta de un mes y el
anhelo de comerse un bisté.

aarmengol@herald.com

http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/48721.html

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