Thursday, June 14, 2007

Arar en el mar

SOCIEDAD
Arar en el mar

Luis Cino

LA HABANA, Cuba - junio (www.cubanet.org) - Una maestra ara en el mar en
Abreus, Cienfuegos. Se llama Yureidis Pérez y es profesora emergente de
primer grado en la escuela primaria Héroes del Moncada.

Cada mañana, en el patio de la escuela sus alumnos cantan el himno
nacional, saludan la bandera y repiten su juramento de ser como Ché.
Luego, marchan a las aulas entonando canciones que enaltecen los valores
de la sociedad socialista. Con esto, Yureidis aspira a contrarrestar en
los niños las groserías de las canciones que escuchan fuera de la escuela.

Lo refiere el diario Juventud Rebelde en su edición del jueves 7 de
junio al reseñar la asamblea anual de balance de la Unión de Jóvenes
Comunistas de Abreu. El diario también cita a Ernesto Fernández, un
miembro del buró nacional de la UJC, que llamó a enfrentar "la cultura
de la Coca-Cola".

Lo que no dice el periódico es que los alumnos de Yureidis, cuando
llegan a sus casas oyen, por sobre el ruido atronador de la timba y el
reggaeton, las palabrotas de sus vecinos y la bronca entre sus agriados
padres porque no hay comida, el dinero no alcanza y la casa se les cae
encima.

En Cuba, al triunfo de la revolución, los valores se largaron. No se
pudieron sustituir con piezas soviéticas. No eran valores burgueses,
eran simplemente valores.

Ahora es muy difícil traerlos de vuelta. Más difícil todavía si se les
quiere hacer volver con apellidos que ya una vez no funcionaron.

Más que enfrentar "la cultura de la Coca-Cola", sería más bien cosa de
enfrentar "la cultura de la chispa de tren". Todos lo sabemos. ¿Para qué
engañarnos? Aquí triunfaron la marginalidad y la chabacanería. Te
adaptas o pereces. Aseres, "luchadores" y macetas te pasarán por encima.
Te hundirás irremisiblemente en la cochambre y la mierda. No lo dudes.

Cuentan autores como el checo Milán Kundera que en los países de Europa
Oriental, con la desaparición del comunismo, la necesidad comercial
sustituyó a la necesidad ideológica.

Lo triste del caso cubano es que sin que cayera el régimen comunista,
después del "período especial", se entronizaron en nuestra sociedad los
males que se le achacan al capitalismo.

La vulgaridad y el egoísmo se impusieron en nuestras vidas. La sociedad
cubana se hizo más cruel. Por partida doble. A la crueldad política se
sumó la crueldad del dinero (dólares, euros, pesos convertibles).

Se agota la solidaridad. Pocos te invitan a la mesa. Sólo a café, si
hay, si vino a la bodega. Dile a la vecina pedigüeña que no tengo sal y
que se me acabó el aceite. Que tengo azúcar prieta, si quiere comprar, a
dos pesos la libra.

Cuidado lo que hablas y con quién lo hablas. Las paredes tienen oídos. Y
los chivatos del portal de enfrente buena vista y larga lengua.

En el camello, cuídate los bolsillos y trata de no rozar a nadie. Cuando
se forme la bronca, que no sea contigo.

Todos quieren tumbarte tu dinero. Desde que se despiertan están buscando
la forma de joderte. Vale todo.

Aquí los vencedores son los timadores de las chapitas, los estafadores
de nuevo tipo, los macetas que no fían hoy ni mañana tampoco, los
inspectores que se dejan sobornar, los luchadores que ya no son
ladrones, las jineteras que dejaron de ser prostitutas.

La economía de mercado se abolió por decreto, pero como los autómatas de
la sociedad de consumo, los jóvenes sueñan con costosas ropas de marcas
y equipos sofisticados.

Los nuevos ricos con anillos, cadenas de oro y teléfonos celulares
dictan las pautas del mal gusto: casonas enrejadas con flores plásticas
y adornos de yeso, almendrones remozados, Daddy Yankee y Don Omar en
MP3, las telenovelas de Univisión por la antena…

Los hijos de papá se codean con los hijos de los macetas en las fiestas.
De todo por 5 pesos convertibles. Ron Habana Club y cerveza Bavaria.
Hierba colombiana. Dos rayas de coca. A bailar y lucir los tatuajes bajo
las luces de la piscina. Luego, desnudos, en nota, todos al agua. Lo máximo.

Los perdedores, los que no tienen, se conforman con beber chispa de
tren, jugarse un número en la bolita o fabricar una balsa. A ver si la
suerte o los santos los ayudan. Mientras, se sientan en la esquina para
ver pasar la vida. No hay más nada.

Los mandamases lo saben. No tienen el antídoto contra la pérdida de
valores. De nada valen los canales educativos, las ferias del libro ni
la cacería de las antenas. Aquellas aguas trajeron estos fangos.

El gesto de Yureidis, la maestra emergente de Abreus que enseña bonitas
canciones a sus alumnos, es conmovedor, pero perfectamente inútil. Tan
inútil como arar en el mar.

luicino2004@yahoo.com

http://www.cubanet.org/CNews/y07/jun07/14a8.htm

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